El material genético disponible de los cultivos andinos hubiera tenido serios problemas de erosión de no subsistir la población indígena que mantuvo este material en producción y consumo durante estos últimos cinco siglos. Algunos autores aseguran que existe un problema de erosión genética; sin embargo estudios de los últimos años muestran que los campesinos de las comunidades de los Andes, por la valoración que dan a las semillas, han permitido que se mantenga esta riqueza (Brush, 1985; Zimmerer, 1988). Por ello, la denominación de "banco de oro" que se ha dado a estos actuales recursos fitogenéticos (Tapia, 1993). Parece oportuno reconocer que en los últimos 30 años se han efectuado especiales esfuerzos por conservar esta biodiversidad.
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