De color blanquecino a crema, el tarwi es una legumbre que usualmente se consume en forma de mote, luego de haber sufrido varios remojos y enjuagues para quitarle el sabor amargo que le otorga su contenido de alcaloides. Esta legumbre, otrora el deleite de nuestros abuelos y abuelas, contiene un alto porcentaje de proteína comparable e incluso mejor que el de la soya, debido a esto se lo ha denominado “la soya andina”.
La tabla de composición de alimentos reporta que el tarwi contiene 44.3% de proteína frente al 33.4% de la soya. Además el tarwi contiene hierro, calcio y fosforo en buenas cantidades, por lo que se considera apropiado para niños en etapa de crecimiento y mujeres embarazadas o que dan de lactar. La semilla contiene alto contenido proteico (44 g), es rico en lisina y minerales, y es relativamente rico en ácidos grasos no saturados, incluyendo al ácido linoleico.
En Bolivia el tarwi se produce y consume mayormente en las áreas de producción en el Altiplano Norte, valles interandinos y los valles de Sucre y Cochabamba. El tarwi se encuentra junto a otras semillas andinas, entre las “semillas de oro” caracterizados por contener proteínas de alto valor biológico (aminoácidos esenciales) y un gran valor nutricional, además de condiciones de resilencia ante factores adversos de clima y suelos.
Entre otras virtudes, es una planta que durante su ciclo de vida fija el nitrógeno al suelo, incrementando su fertilidad, por lo cual en los sistemas agrícolas tradicionales en el Altiplano Norte, es común su cultivo en rotación con cultivos más exigentes en nutrientes, tales como la papa. Además por su contenido de alcaloides, el agua del tarwi puede utilizarse como desinfectante y en las zonas de producción es utilizado como insecticida y fungicida.
En las regiones productoras de tarwi este juega un rol muy importante en la economía de las familias. Por su contenido de alcaloides, que le otorgan un sabor amargo, el tarwi es fácilmente almacenado, sin sufrir el ataque de plagas y roedores. Debido a la fluctuación de la demanda de tarwi en los mercados locales, las semillas secas pueden ser conservadas por los agricultores y vendidas en las épocas en las que se encuentran en déficit económico constituyéndose en un recurso de reserva y ahorro para las familias campesinas de las zonas productoras.
El tarwi forma parte de la Agrobiodiversidad boliviana, siendo oriundo de los Andes. En Bolivia se cuenta con una gran diversidad interespecifica y además con parientes silvestres. En la estación de Toralapa, dependiente del Instituto Nacional de Innovación Agropecuaria y Forestal (INIAF) se mantienen y conservan accesiones del cultivo del tarwi, las cuales son mantenidas en el Banco de germoplasma de cereales y leguminosas, donde se cuenta con 107 accesiones de tarwi conservadas en silos. (Geovana Mercado y Justina Condori, agrónomas del proyecto LATINCROP)
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