La
revisión realizada ilustra claramente el sinnúmero de dificultades
que introducen las sustancias amargas y las que dan sabores no apetecibles
al procesamiento y calidad final de los alimentos producidos a base de
los cultivos subexplotados. Ello explica en gran medida por qué
dichos cultivos aún están poco difundidos.
Aún
no se sabe a ciencia cierta cuál es el rol que cada una de estas
sustancias amargas cumple en la fisiología vegetal, aunque en muchos
casos se ha podido comprobar que ellas se encargan de defender a la planta
contra plagas, enfermedades y agresiones del medio ambiente. De ser esto
así, parecería más razonable apoyar las soluciones
de la naturaleza y no reemplazarlas por excesivos usos de plaguicidas
o productos químicos que afectan la inocuidad de los alimentos
y provocan la contaminación del suelo, agua, fauna y flora. Siendo
así y ante la necesidad de eliminar dichos productos de los alimentos
que consume el ser humano, por ser dañinos a su salud, la sociedad
debe asegurarse que se usen apropiados procesos agroindustriales de desamargado
o desintoxicado de los alimentos.
Por
otro lado no será sencillo incrementar los rendimientos de estos
cultivos subexplotados utilizando los mismos recursos; es decir las tierras
a gran altitud donde hay escasez de agua, grandes variaciones diurnas
de temperaturas, heladas, orografía quebrada y donde es difícil
la intensa mecanización, altos costos de transporte, fertilizantes,
y donde el ser humano tiene que invertir muchas horas adicionales de esfuerzo
para cada cultivo. Todo ello complica y dificulta el desarrollo agroindustrial,
puesto que este requiere disponibilidad de buenos volúmenes de
materia prima a bajos costos y calidad uniforme, si es que se quiere tener
éxito en la comercialización, en abierta competencia con
otros cultivos que dan mayores rendimientos o con alimentos importados
que son subsidiados.
En
otras palabras, el agricultor simultáneamente tiene que producir
mucho más, tener mayores ingresos económicos, pero vender
a precios más bajos. Y el agroindustrial tiene que procesar mayores
cantidades, vender mayores volúmenes y ajustar sus márgenes
de ganancia.
Para
lograr esta finalidad no queda sino realizar un esfuerzo integral que
permita atraer mayores y mejores tecnologías agrícolas,
inversiones, insumos, agroindustrias, comercializaciones y consumos.
Hay
que dar mayor valor agregado a los alimentos que provienen de los cultivos
subexplotados y si es posible hacer que participe el agricultor en las
actividades de procesamiento y comercialización a fin de que los
mayores beneficios económicos y sociales lleguen a los que trabajan
en el sector rural. Mientras ello no suceda, el procesamiento de los cultivos
andinos subexplotados tendrá que limitarse al autoconsumo o al
abastecimiento de la población local.
Los
esfuerzos parciales con frecuencia fracasan. De allí que en el
proceso de desarrollo se debería dar mucho más importancia
a las experiencias acumuladas en la zona andina por las plantas piloto
de procesamiento de los cultivos mencionados, debido a que ellas han operado
mayormente en forma integral, y por lo tanto han acumulado innumerables
conocimientos prácticos y probados que deberían servir de
base para elaborar mejores planteamientos de desarrollo agroindustrial.
Con
ese aporte será más sencillo consolidar y extrapolar el
éxito local a la realidad nacional, enfatizando como es natural,
aquellas zonas donde hay mejores condiciones ecológicas y humanas.
Los
trabajos que se han presentado aquí también permiten vislumbrar
cómo se podrían perfeccionar las técnicas tradicionales
de procesamiento de los productos andinos, así como usar dichos
avances para impulsar modernas o nuevas técnicas de procesamiento
no tradicionales que son capaces de extraer, destilar, concentrar y separar,
neutralizar, destruir o transformar, quizás mejor y más
económicamente, los compuestos que se desean tener en los alimentos.
Por
ejemplo, gracias a que existen técnicas perfeccionadas de procesamientos
tradicionales para desamargar mejor a la quinua y al tarwi, ya sería
posible montar (después de aumentar la producción agrícola),
industrias de extracción de aceites y almidones, así como
favorecer la producción de harinas integrales o harinas de embriones
de quinua, o aislados proteicos, productos texturizados o expandidos,
fermentados como el tempeh, y tal vez en base de la posible transferencia
de tecnologías usadas en soya, la producción de tofú
y de alimentos libres de sabores jabonosos o metálicos, usando
la fermentación con Lactobacillus.
Por
otro lado, utilizando la acción de microorganismos y enzimas, hoy
día es posible transitar, casi en cualquier sentido, por las rutas
bioquímicas presentes en las plantas, microorganismos y animales
con el fin de transformar los compuestos químicos indeseables de
los alimentos en moléculas que sean útiles, inofensivas,
no objetables o hasta apetecibles por el ser humano, tal como lo insinúa
la Figura 42, donde las reacciones orgánicas
que conducen a la producción de compuestos amargos pasan por utilizar
compuestos que son muy atractivos al paladar humano, como es el caso de
los azúcares, las grasas, algunos monoterpenos y diterpenos, etc.
Finalmente,
tal como sucede en cualquier industria progresista, también las
tecnologías de los alimentos andinos subexplotados deberían
aprovechar plenamente los avances que a diario aparecen en la literatura
técnica mundial. La ciencia moderna no se satisface ya con sólo
respetar las características originales de los alimentos sino cuando
conviene, realiza cambios drásticos de sus propiedades físicas,
químicas y organolépticas. El futuro de cada alimento siempre
va a depender del esfuerzo que se ponga detrás de él. La
soya es un buen ejemplo. Hace 40 años, era un grano que en el mundo
occidental sólo era conocido como alimento animal. Hoy, como resultado
de intensas y amplias investigaciones este grano, cuyo sabor original
es desagradable y que contiene sustancias inapropiadas para la nutrición
humana, constituye un pilar básico de la agricultura y la alimentación
humana y animal en el mundo.
Los
alimentos andinos subexplotados también tienen mucho que ofrecer.
Su potencialidad es evidente, pero esta sólo podrá ser puesta
en marcha con mayor técnica, trabajo concertado y disponibilidad
de recursos económicos.
Figura
42
Esquema sobre la relación entre algunos compuestos que pueden dar mal sabor a los alimentos producidos a base de cultivos andinos subexplotados
Esquema sobre la relación entre algunos compuestos que pueden dar mal sabor a los alimentos producidos a base de cultivos andinos subexplotados
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